Y un día el sueño se hizo realidad. Luego de un frustrado estreno en julio del año pasado, el grupo de teatro Gente Común, integrado por mujeres presas de la Unidad 4 de Banda del Río Salí, subió el domingo al escenario. En el Teatro Alberdi no cabía ni un alma. "La casa de Bernarda Alba", el clásico Federico García Lorca, abrió sus puertas y la emoción del público fue generalizada.
Pablo Soto llegó con su abuela, sus tres hijos y sus dos sobrinas. Le sorprendió ver que la fila tras la ventanilla de la boletería salía hasta la vereda. Toda esa gente iba a ver a su mamá, Dominga Gómez (hizo el papel de La Poncia).
Llegaron sobre la hora y tuvieron que apurarse para encontrar un lugar. Se ubicaron en el palco oficial, que casualmente estaba abierto al público en general. Unas butacas más allá estaba Alicia Noli, jueza que integrará el tribunal que la semana próxima decidirá si Gómez seguirá presa o volverá a su casa en el barrio Antena a retomar su vida en familia.
El espectáculo comenzó con la proyección de un video en el que se mostraba la prohibición que sufrió la obra el año pasado, dispuesta por las autoridades del penal. Cuando se encendieron las luces, el público, que había acudido a seguir una causa más que a ver una obra de teatro, estalló en aplausos.
Al principio las actrices lucharon contra su nerviosismo, pero la platea colaboró con risas y demostraciones de aceptación, por lo que lograron relajarse. "¡Ahí está la abuela!", exclamó la hija menor de Pablo, hijo único de Dominga Gómez, convertida en la mano derecha de Bernarda Alba.
La obra, con la que necesariamente se identificaron las actrices-reclusas, hizo viajar al público por un torbellino de sentimientos que fueron desde la más dolorosa impotencia, la emoción y hasta la carcajada.
Al finalizar el texto, la actriz que representó a Bernarda, Silvia Fernández (actualmente en libertad porque fue absuelta), dirigió unas palabras al público y denunció que en las cárceles se vive en condiciones inhumanas. La ovación se hizo presente nuevamente, con todo el teatro de pie.
Los espectadores empezaron a bajar las escaleras y Pablo se quedó inmóvil en el palco, esperando el momento para ir a saludar a su mamá. Allí conversó con LA GACETA. "Estaban muy entusiasmadas con todo esto, y cuando la prohibieron el año pasado mi mamá me llamó llorando, desesperada. Yo le decía que vaya para adelante con todo, y finalmente se dio a lo grande. No puedo creer que haya venido tanta gente", dijo el joven de 28 años con la emoción contenida. Es que después de un año y medio de visitas estrictamente controladas, fue como si volviera a ver a su mamá en libertad.
Pablo Soto llegó con su abuela, sus tres hijos y sus dos sobrinas. Le sorprendió ver que la fila tras la ventanilla de la boletería salía hasta la vereda. Toda esa gente iba a ver a su mamá, Dominga Gómez (hizo el papel de La Poncia).
Llegaron sobre la hora y tuvieron que apurarse para encontrar un lugar. Se ubicaron en el palco oficial, que casualmente estaba abierto al público en general. Unas butacas más allá estaba Alicia Noli, jueza que integrará el tribunal que la semana próxima decidirá si Gómez seguirá presa o volverá a su casa en el barrio Antena a retomar su vida en familia.
El espectáculo comenzó con la proyección de un video en el que se mostraba la prohibición que sufrió la obra el año pasado, dispuesta por las autoridades del penal. Cuando se encendieron las luces, el público, que había acudido a seguir una causa más que a ver una obra de teatro, estalló en aplausos.
Al principio las actrices lucharon contra su nerviosismo, pero la platea colaboró con risas y demostraciones de aceptación, por lo que lograron relajarse. "¡Ahí está la abuela!", exclamó la hija menor de Pablo, hijo único de Dominga Gómez, convertida en la mano derecha de Bernarda Alba.
La obra, con la que necesariamente se identificaron las actrices-reclusas, hizo viajar al público por un torbellino de sentimientos que fueron desde la más dolorosa impotencia, la emoción y hasta la carcajada.
Al finalizar el texto, la actriz que representó a Bernarda, Silvia Fernández (actualmente en libertad porque fue absuelta), dirigió unas palabras al público y denunció que en las cárceles se vive en condiciones inhumanas. La ovación se hizo presente nuevamente, con todo el teatro de pie.
Los espectadores empezaron a bajar las escaleras y Pablo se quedó inmóvil en el palco, esperando el momento para ir a saludar a su mamá. Allí conversó con LA GACETA. "Estaban muy entusiasmadas con todo esto, y cuando la prohibieron el año pasado mi mamá me llamó llorando, desesperada. Yo le decía que vaya para adelante con todo, y finalmente se dio a lo grande. No puedo creer que haya venido tanta gente", dijo el joven de 28 años con la emoción contenida. Es que después de un año y medio de visitas estrictamente controladas, fue como si volviera a ver a su mamá en libertad.